Decálogo de la misericordia, Víctor Codina sj
1. Pasar del Dios omnipotente al Dios Padre misericordioso
Un Dios que no fuera todopoderoso no sería Dios, pero un Dios que no fuera misericordioso no sería el Dios Padre de N.S. Jesucristo. Nuestro Dios no es como los dioses del OIimpo griego apáticos e indiferentes ante el sufrimiento del pueblo; nuestro Dios es un Dios clemente y compasivo, lento a la ira, rico en misericordia (Ex 34,6; Sal 86,15; Ef 2, 4…), al que se le conmueven las entrañas (Os 11,8).Ciertamente la tradición litúrgica y teológica afirma que la omnipotencia de Dios se revela en la indulgencia, la misericordia y el perdón ( Suma Teológica I q 25, a 3 ad 3; IIa. IIae q 30, a 4; domingo XVIII del tiempo ordinario), pero como esto no se explicita, aparece una imagen deformada de Dios. Habría que ir sustituyendo las oraciones al omnipotente y sempiterno Dios por invocaciones al Dios misericordioso. El pueblo intuye algo de esto y llama a Dios, “Diosito”
2. Pasar del Cristo juez terrible que condena al Cristo rostro de la misericordia del Padre
La pintura del Juicio final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina donde Cristo condena al infierno a los réprobos, ante el rostro horrorizado de María que aparta su mirada, es hoy insoportable tanto humana como teológicamente. Jesús es el rostro de la misericordia del Padre, que ha venido no a condenar sino a salvar, nadie queda excluido de su misericordia, ni Judas ni Pilato, como afirma Francisco. Jesús come con pecadores, a él se le conmueven sus entrañas ante el sufrimiento humano y en las parábolas de la misericordia nos revela a un Dios que es Padre y Madre, al que- como al padre del hijo pródigo- lo que le duele no es el haber sido ofendido por su hijo, sino la situación de miseria y degradación en la que su hijo ha caído. Como dice Santo Tomás solo ofende a Dios aquello que nos daña a nosotros (Contra gentes 122 a 2). El padre del hijo pródigo es muy diferente del hijo mayor que representa a los fariseos. Jesús es el juez misericordioso y clemente, el juez bueno (Ambrosio) que revela la bondad de Dios.
3. Pasar de la misericordia como un atributo divino a la misericordia como esencia de Dios
A lo largo de los siglos se ha desarrollado una idea de Dios un tanto filosófica, abstracta y esencialista, un Dios santo, perfecto, infinito, eterno, omnisciente, omnipotente, trascendente, justo, etc. Pero desde la revelación bíblica hay que afirmar que la esencia de Dios es el amor (1 Jn 4,8.16), que este es su principal atributo, un amor que volcado hacia nosotros se manifiesta como misericordia: Dios es misericordia, como repite Francisco.
4. Pasar de la justicia como opuesta a la misericordia a la misericordia como plenitud de la justicia
En consecuencia de lo anterior, si lo esencial de Dios es la misericordia, la justicia se ha de entender desde su misericordia, no al revés o en contra. La justicia de Dios salva, perdona, reincorpora, da vida. Esto se ha de entender bien, la misericordia no es una “gracia barata”( Bonhoeffer): Dios se indigna ante el pecado, condena el pecado, Jesús muere para salvarnos, nos llama a la conversión y a abandonar el pecado, pero quiere salvar al pecador, perdonarlo y así la justicia se abre a la misericordia, la misericordia desborda la justicia. Nadie te condena, yo tampoco te condeno, vete en paz y no peques más, le dice Jesús a la mujer acusada por los fariseos de haber sido sorprendida en adulterio (Jn 8). Esta visión de la misericordia como plenitud de la justicia es fuente de la esperanza cristiana, el futuro es un misterio, pero esperamos que todo acabará bien (Juliana de Norwich).
5. Pasar de la pastoral del miedo al anuncio de la misericordia
Durante mucho tiempo se ha vivido la pastoral del miedo, centrada en el pecado (sobre todo en el pecado sexual), en un Dios que siempre nos está vigilando con su ojo de policía y detective, vengativo y castigador con la amenaza del infierno. No hay que centrarse en una pastoral moralista sino del anuncio de Jesús y de la alegría del evangelio, una pastoral que nos llama a vivir el amor y la misericordia fraterna.
6. Pasar del tribunal de la penitencia como tormento y tortura al sacramento de la misericordia de Dios
Para muchos el sacramento de la confesión o penitencia se ha convertido en un tormento: miedo al interrogatorio, vergüenza, etc. en lugar de ser una experiencia de la misericordia incondicionada, gratuita e inmerecida de Dios, una misericordia que sana, cura, reintegra y nos concede el Espíritu del perdón y de la paz de Jesús resucitado.
7. Pasar de la Iglesia del anatema a la Iglesia sacramento de la misericordia
El sacramento del perdón como experiencia de la misericordia forma parte de la Iglesia que es sacramento de la misericordia, que hace presente en el mundo la misericordia de Dios que nos ha sido revelada en Jesús. No siempre esta ha sido la imagen que ha prevalecido de la Iglesia, por esto Juan XXIII al comienzo del Vaticano II dijo que la Iglesia prefería usar la misericordia a la severidad y condena, Pablo VI escribe sobre la importancia del diálogo en la Iglesia (Ecclesiam suam), Juan Pablo II en su encíclica Dives in misericordia resalta la importancia de la misericordia, Benedicto XVI reafirma que Dios es amor y Francisco proclama el Jubileo de la misericordia y hace de la misericordia la viga maestra de su pontificado.
8. Pasar del fariseísmo de la observancia rígida de la ley y el sacrificio al buen samaritano
En el evangelio se afirma, frente a los fariseos, que la misericordia es mejor que el sacrificio (Mt 9, 13; cf Os 6,6) y la parábola del buen samaritano muestra la actitud auténticamente religiosa frente a Dios y al pobre. Hay que pasar de querer aplicar las leyes morales y dogmáticas como rocas que se arrojan con dureza sobre los que viven situaciones irregulares, a una pastoral del acompañamiento, de la integración de la fragilidad, de la misericordia y de la compasión ante los fracasos, sin condenar a nadie, como afirma Francisco en La alegría del amor (cap 8).
9. Pasar de ser cumplidores de la ley a ser misericordiosos como el Padre
Frente al “ser perfectos como el Padre es perfecto”, de Mateo (Mt 5,48), Lucas habla de ser misericordiosos como el Padre es misericordioso (Lc 6, 36). Esto implica tener entrañas de compasión ante todo dolor humano, acoger, incluir, reintegrar a todos los marginados y excluidos, defender la vida en peligro. La bienaventuranza de los misericordiosos implica las llamadas obras de misericordia, sobre las que seremos juzgados en el último día: dar de comer al hambriento, vestir al desnudo etc (Mt 25, 31-45). La opción por los pobres de la Iglesia latinoamericana forma parte de esta actitud de misericordia.
10. Pasar de María Reina a María madre de misericordia
Con frecuencia invocamos a María como Reina (Salve Regina, Regina coeli…) lo cual, aunque es correcto, puede equiparar a María a los grandes de este mundo y ocultar su dimensión más profunda, es decir, el haber sido objeto de la misericordia de Dios, una misericordia que se extiende de generación en generación y que se manifiesta en derribar a los poderosos de sus tronos y exaltar a los humildes, despedir a los ricos con las manos vacías y colmar de bienes a los hambrientos como canta en el Magnificat. Por esto la tradición la llama Madre de misericordia y pide que vuelva hacia nosotros sus ojos misericordiosos y ruegue por nosotros pecadores. Pero hay que evitar que María aparezca como la “buenita” frente a un Dios terrible y justiciero. Ella es imagen, signo e icono de la misericordia del Padre, de la misericordia de Jesús y de la Iglesia sacramento de misericordia. María recapitula los misterios de la fe, recapitula nuestra fe en un Dios Padre de misericordia. Ella es el rostro materno de la misericordia de Dios.Tema para la CBR Cochabamba. 8 de mayo 2016 - Víctor Codina sj
Compartido por las religiosas de Bolivia
Comentarios
Publicar un comentario